Por cinco días hicimos caminos diferentes visitando la misma región, la sierra nevada, zona que habitan las comunidades Koguis, cada uno a su manera.
Cata salió para Palomino, un pueblo costero muy lindo en donde los Nevados se ven desde la playa, a la casa de Simón, un bogotano que estuvo cuarenta años viviendo en la montaña con las comunidades Kogui. Subieron la sierra juntos por 2 días, lo que fue, según dice espectacular; y probablemente vuelva más adelante.
Yo, por mi parte, fui a conocer Ciudad Perdida. Unas ruinas precolombinas de los Tayrona, que se descubrieron recién en los ochenta. Para llegar caminamos por la selva bajo la lluvia, dos días. Cruzando arroyos y ríos, y nadando de vez en cuando en los pozones de agua clara que se formaban en el río.
En uno de los cruces el río había crecido tanto por la lluvia, que se llevó al guía! Por suerte estaba atado, y entre todos lo arrastramos hasta la orilla. Hubo que esperar que bajara un poco más el agua antes de intentar cruzar de nuevo. Y la segunda vez no tuvimos problema.
Dormíamos en hamacas o en carpas según el campamento donde parábamos. La mayoría sin luz, pero con muy buena comida y guía, y un grupo excelente: Edward y Verity, de Londres, Anna y Josefine, de Suecia, las mismas que conocimos en el Tayrona, Carlos, Americano hijo de Mejicanos, Daniela de Chile, Julián y Gosia, una pareja francesa, aunque en realidad ella era polaca y el colombiano... y yo.
El tercer día de caminata, después de cruzar el río Buritaca por tercera vez, llegamos a una escalera de mil doscientos escalones que llevaba a La Ciudad Perdida. Un Lugar increíble. Una sensación de alegría y bienestar difíciles de explicar... Salvo quizás al resto del grupo, por lo que nos fue difícil separarnos. Nos juntamos de nuevo la noche en que llegamos a Santa Marta, y al día siguiente otra vez. Los que quedábamos en el pueblo...
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