Cruzamos la frontera Ipiales Tulcán, y seguimos un camino montañoso lindísimo, lleno de fincas chiquitas que cuadriculaban las montañas hasta el infinito. No sé cómo hará la gente para cultivar y cosechar esas chacras inaccesibles...
Los pocos hoteles que había eran muy caros, así que decidimos hacer lo que después de volvió costumbre en Ecuador: pedir alojamiento en la estación de bomberos. Viajando con dos rubias, ¿Quién nos iba a negar alojamiento? Ducha, un par de colchones, un lugar seguro para guardar las bicicletas. No necesitábamos más.
En la capital nos esperaban a comer los Mitau, pero tuvimos que postergar el compromiso, y nos quedamos en la primera estación de bomberos que encontramos.
Llegar al centro de Quito, el día después, no fue nada sencillo. Eran varios kilómetros desde la periferia de la ciudad. Para colmo nos agarró una lluvia, y estábamos ensopados. Por lo menos teníamos una dirección a la cual dirigirnos: Plaza Santo Domingo. A una cuadra estaba la estación de bomberos central, y esperábamos que nos recibieran al menos por una noche. Finalmente una noche se hicieron dos, y dos noches una semana o más, porque desde allí salimos para Quilotoa, para Galápagos, para Cotopaxi, dejando todo como si fuera nuestra casa. Tanto tiempo estuvimos que hasta nos dieron una inducción básica de como apagar incendios.
La primera noche en Quito sí fuimos a comer a lo de los Mitau, una familia amiga de los Rojas, que nos recibieron tan bien… Comimos ceviche de camarones, una comida típica de Ecuador, espectacular! Y también una tarta con el sabor argentino que tanto extrañábamos… De postre frutas con dulce de leche!! Les contamos que habíamos dejado nuestro mate en lo de Karol, cuando empezamos a viajar en bicicleta, y cuando nos estábamos yendo nos regalaron un matecito y yerba.
Nos fuimos conmovidos por lo que habíamos vivido. Quizás la familia más linda que conocí. Posiblemente fuera la nostalgia de tanto tiempo fuera de casa…Me cayó una ficha. Entendí lo lindo y valioso de una gran familia, que en la vida diaria de mi casa no suelo apreciar. Posiblemente la distancia me deja enfocar mejor y ver cosas que normalmente no tengo en cuenta. Yo conozco algunas familias así. Pero realmente no son algo común. Son una especie en extinción. En argentina quedan algunas. Marta la polaca, nunca había viso nada igual...
Detalles como la mesa bien puesta, y comer con educación, rezar antes de comer, y la participación de todos en la conversación, con respeto... Y, sobre todo, el cariño de los padres a los hijos, de los hijos a los padres y entre los hermanos... me pareció que lo vivían de una forma particular. De verdad quedamos sorprendidos.
La ciudad de Quito es imperdible. La Plaza Grande, con sus bancos de piedra, La Catedral y todos los edificios espectaculares que la rodean; la plaza San Francisco, igual de interesante; las iglesias, espectaculares! Adornadas casi excesivamente, La Compañía de Jesús, la iglesia Santo Domingo, la de San Francisco, son todas impresionantes. Además las calles y las casas coloniales, los almacenes con frutos rarísimos, y como marco las montañas y la Virgen de Quito, con alas, sobre el Panecillo, el cerro donde nace la ciudad antigua.
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