En bici desde Cartagena a Medellín

9 de Octubre,

Un Camino de 659 km, con una cuesta ininterrumpida de 76 km, en solo cinco días y medio. Seis días en los que nos levantamos a las 4:15 de la mañana para empezar a pedalear con la primera luz. Con sol o con lluvia, con frío o calor...


Salímos de Cartagena bajo una lluvia que duró hasta el medio día. Depués bajo el solazo de la costa, cruzamos Tolu viejo, Tolu, Coveñas, Montesinos, Caucacia y subimos a Valdivia y a Santa Rosa, nuevamente bajo lluvia, para poder al día siguente llegar a las 11  a Medellín, y encontrarnos con Karol que venía de Bogotá.
Aparte de los nuevos paisajes y lugares que conocimos, este trayecto nos dió la satisfacción de saber que cuando uno quiere puede... Nunca habíamos hecho algo así, pero nos lo propusimos y lo hicimos.
Este mismo sentimiento nos dejó la ciudad de Medellin.

Alfredo Rojas nos contaba que solo hace seis años, por cuestiones de seguridad, guerrilla y paramilitares, no lo habían dejado hacer este camino en auto; y nosotros lo hacemos en bicicleta sintiéndonos mucho más seguros que en nuestra casa, con policias a lo largo de todo el camino.
    

    

Medellin era hasta hace poco una de las ciudades más peligrosas del mundo. Hogar del famoso Pablo Escobar y los hermanos Ochoa. Sede del famoso "Cartel de Medellín", la organicazión narco compuesta por ellos y otros más... y hoy es un ejemplo de progreso. Al menos, esa es la impresión que me llevo después de conocer el Merto, el Botánico, el parque Arví, la Biblioteca España...

El Metro es un tren elevado que recorre la ciudad de punta a punta y que se conecta con dos telesféricos para acceder a los barrios más pobres en las laderas de las montañas. Está tan limpio y perfecto que uno pensaría que se trata de Singapur, y no de sudamérica. Los altoparlantes indicando los horarios, la gente entrando y saliendo de manera ordenada... incluso dejando el lugar a las mujeres y a los más viejos!! Todos depositaban una moneda antes de agarrar el diario, que estaba disponible sobre una mesa sin custodia alguna!!

Subiendo por los telesféricos se puede acceder a la Biblioteca España. No estabamos tan asombrados por el edificio, que es muy moderno y espectacular, sino por el hecho de que se encontraba en medio de la villa. Los chicos de familia más pobre podían acceder muy facilmente a libros y a internet. Y también a una guardería pública y una sala de conferencias. ¿Que mejor manera de incluir a los marginados? El mejor transporte... educación...















Sobre una de las montañas que rodéa a la ciudad esta el parque Arví. Un espacio verde enorme, lleno de árboles y parques. En el parque visitamos la casa de la policía montada con las instalaciónes màs modernas y ecológicas que hubiera visto. Tienen un sistema para tratar las aguas cloacales, liberando al parque agua ya purificada, y un sistema para prodicir gas utilizando la bosta de los caballos. El agua se calentaba por medio de paneles solares que cubrían el techo de las casas. Lo único familiar fueron los caballos. Estos eran traidos de Argentina!!














Cata y Karol probaron el Yahé, una medicina indígena muy interesante. Les encantó la experiencia.

Dejamos Medellin con esperanza. América del sur puede cambiar!

Cartagena

5 de Octubre

Nos reencontramos con Cata en Santa Marta, y de allí partimos para Cartagena en colectivo. Teníamos que llegar a Medellín el catorce, y si hubieramos ido en bici no nos habría quedado tiempo para conocer la ciudad.

Vía Couch Surfing conseguimos alojamiento para una persona. Yo tenía unos amigos en un Hostel por lo que Cata quedó en lo de Christian y yo me fuí. El Couch Surfer excelente... nos solo la alojó a Cata, sinó que nos acompañó todos los días que pasamos allá, mostrándonos todo y recomendando los mejores y más baratos lugares... Es músico, y lo fuimos a ver tocar la música del caribe en algún restaurant del centro, desde donde salimos después, a bailar un poco de Salsa.




Más allá de la ciudad antigua, que es alucinante, nos encantó Playa Blanca, a unas 2 horas en barco. Fuimos con unos amigos de España y Argentina que conocimos en el Hotel, y con Ana y Josefine, las suecas que cruzamos en Tayrona y Ciudad Perdida. Llevamos carpa y algunas provisiones para quedarnos una noche.

Conseguimos que unos lugareños nos llevaran por un precio razonable. Porque el transporte oficial es carísimo. Catalina, muy inspirada, nos dió una lección de negociación a los ocho, bajando el precio hasta lo inpensado...

Playa Blanca resuló hasta ahora de las mejores playas caribeñas que conocimos. La arena blanca, agua transparente, las palmeras... Durante un par de horas se llenó de gente que venía de un tour por las Islas del Rosario, pero a las tres y media la playa quedó para nosotros. Hasta los vendedores, insoportables por momentos, desaparecieron. Quedamos solos en ese paraíso hasta las 11 de la mañada del otro día.



            


Hicimos Snorkel toda la mañana, mucho mejor que el buceo en Taganga, un poco de lectura, comimos unos ricos pescados y tomamos unos cuantos Cocos Locos...


De Cartagena nos quedó gusto a poco, pero teníamos que irnos...
 

Ciudad Perdida y Palomino

29 de Septiembre

Por cinco días hicimos caminos diferentes visitando la misma región, la sierra nevada, zona que habitan las comunidades Koguis, cada uno a su manera.

Cata salió para Palomino, un pueblo costero muy lindo en donde los Nevados se ven desde la playa, a la casa de Simón, un bogotano que estuvo cuarenta años viviendo en la montaña con las comunidades Kogui. Subieron la sierra juntos por 2 días, lo que fue, según dice espectacular; y probablemente vuelva más adelante.


  


             

Yo, por mi parte, fui a conocer Ciudad Perdida. Unas ruinas precolombinas de los Tayrona, que se descubrieron recién en los ochenta. Para llegar caminamos por la selva bajo la lluvia, dos días. Cruzando arroyos y ríos, y nadando de vez en cuando en los pozones de agua clara que se formaban en el río.
En uno de los cruces el río había crecido tanto por la lluvia, que se llevó al guía! Por suerte estaba atado, y entre todos lo arrastramos hasta la orilla. Hubo que esperar que bajara un poco más el agua antes de intentar cruzar de nuevo. Y la segunda vez no tuvimos problema.
Dormíamos en hamacas o en carpas según el campamento donde parábamos. La mayoría sin luz, pero con muy buena comida y guía, y un grupo excelente: Edward y Verity, de Londres, Anna y Josefine, de Suecia, las mismas que conocimos en el Tayrona, Carlos, Americano hijo de Mejicanos, Daniela de Chile, Julián y Gosia, una pareja francesa, aunque en realidad ella era polaca y el colombiano... y yo.
El tercer día de caminata, después de cruzar el río Buritaca por tercera vez, llegamos a una escalera de mil doscientos escalones que llevaba a La Ciudad Perdida. Un Lugar increíble. Una sensación de alegría y bienestar difíciles de explicar... Salvo quizás al resto del grupo, por lo que nos fue difícil separarnos. Nos juntamos de nuevo la noche en que llegamos a Santa Marta, y al día siguiente otra vez. Los que quedábamos en el pueblo...



 

La Ciénaga

27 de Septiembre

A la vuelta del Tayrona dejamos a Job en la terminal y nos fuimos a La Ciénaga para salir por un rato del circuito turístico.
La ciénaga es una albúfera; es decir una laguna de agua salada separada del mar por cordones de arena interrumpidos. Está comunicada con el mar, pero a la vez recibe agua dulce, sobre todo cuando el valle del río Magdalena se inunda, y debido a las altas temperaturas de sus aguas hay una gran abundancia de flora y fauna marina. Por eso hay pueblos de pescadores en toda la orilla.


Llegamos pasadas las 10 de la mañana, y todas las lanchas habían salido a pescar, por lo que no pudimos ir hasta Nueva Venecia, donde todas las casas están construidas sobre pilotes en el agua, pero al menos nos tomamos un bote y recorrimos las orillas, el mercado y los criaderos de peces.



     






Definitivamente valió la pena el desvío.



Parque Tayrona

24 de Septiembre          
Finalmente llegó  el momento de ir al Tayrona, un parque nacional sobre el mar Caribe. Es una selva montañosa que termina en el mar, en playas blancas de palmeras… Espectacular.
Combinamos para ir con Job Martens, nuestro amigo holandés que conocimos en los llanos; un flaco muy gracioso y con muchas pilas. Lo esperamos en el mercado de Santa Marta, dese donde sale el colectivo al parque, y donde aprovechamos para comprar algunos víveres.
Al mediodía había empezado a llover copiosamente, y las calles de Santa Marta eran como ríos. El mercado, unas 6 o 7 cuadras de puestos en la calle y las veredas, es muy parecido a todos los mercados, pero con algunos mostradores de carne y pescado que le daban un olor particular. Con el agua por los tobillos no  era de esos lugares que uno quiere visitar…
Acostumbrado a la puntualidad europea, Job no podía creer que su colectivo se demorar dos horas más de lo previsto culpa de la “lluvia” y que a nosotros no nos moviera un pelo el hecho de tener que esperarlo.
El problema fue que cuando llegamos al parque, este había cerrado hacía media hora, y pasar significó unos quince minutos de chamullo y promesas, otra sorpresa para el europeo. (El tipo se jactaba cuando hablaba con otros extranjeros, de las ventajas de viajar con argentinos) El tema es que a las seis y media se pone el sol, y caminar por los senderos de la selva con barro y piedras resbaladizas y sin conocer el camino, no era algo muy seguro, pero finalmente tranzamos en que dormiríamos en Castilletes, el primer campamento.
Tanto la entrada al parque como las estadías en los campamentos eran carísimas. Ni hablar de la comida. Pero el lugar bien vale la pena. Además teníamos nuestras provisiones: Ron, Coca-Cola, pan, queso, atún, fideos, papas y cebolla.
Nuestra primer comida fue memorable. Leña mojada, sin encendedor ni cacerola, nos arreglamos para cocinar unos fideos comestibles que devoramos directamente desde la hoya que nos prestaron, turnándonos el tenedor y las dos cucharas…
Al día siguiente caminamos hasta La Piscina, una playa donde se podía nadar, (hay varias playas con mucha corriente, prohibida para ello) Nos agarró hambre y decidimos comer unos cocos. No se realmente si fue más difícil subir a la palmera o pelar esos frutos…  y lo peor de todo es que o tenían nada de “carne”!! Una verdadera frustración  después de tanto trabajo. Por suerte más arde encontramos algunos que estaban muy buenos, y además mejoramos la técnica de pelado.
Dormimos esa noche en Cabo San Juan de la Guía, y aunque molidos por el viaje, a la mañana siguiente me levanté al alba para tomar unos mates con Nicolás y Darío, unos argentinos del Bolsón que se iban tempranito esa mañana.  Cómo extrañamos el mate!! Lo tuvimos que dejar en Bogotá cuando empezamos con las bicicletas.

Más tare subimos a Pueblito, unas ruinas precolombinas de los Tayrona. El camino por la selva fue increíble, Los árboles, los arroyos, mariposas, los sonidos y paisajes. Siempre trepando por piedras enormes. Nunca sudamos tanto en la vida.
La noche final jugamos a la Carioca y a otro juego de cartas sueco, con Anna y Josefine, unas viajeras de ese país que conocimos a la tarde.














Nos despedimos temprano para que Job alcance su avión...